Las ideas detrás de las palabras son, como la vida, líquidas, volátiles. Su significado puede variar en función de nuestras experiencias, y está claro que esta pandemia ha cambiado inevitablemente nuestra percepción del mundo. Por eso, en el marco del Día Internacional de las Familias, rendimos homenaje a este pilar fundamental de la sociedad con Un diccionario para soñar por casa con palabras del confinamiento, escrito por niños y niñas de entre los 62.000 que el programa CaixaProinfancia atiende cada año en todo el país. Con portada del estudio creativo Cabeza Patata, esta iniciativa quiere solidarizarse con las familias que más lo necesitan y aportar optimismo a través de la mirada de los más pequeños. Nos hemos acercado a los hogares de tres de ellos para saber en qué se han inspirado para escribir sus definiciones.
Para Ismael Rodríguez, a punto de cumplir siete años, el coronavirus tiene forma de galleta. “Una galleta marrón, con virutas de colores que hacen como de espinas”. Para él es así porque hace poco vio un vídeo en YouTube en el que alguien cocinaba unas galletas en forma de virus. “Pero yo no me las comería nunca”, dice convencido. No en vano, su definición de virus es ‘algo que jamás tendría que haber pasado’.
El pequeño vive en Badajoz, en una casita de campo con su padre, su madre y su hermana mayor. Antes de todo esto, no conocía la palabra virus, que ha entrado en su vida por partida doble: tanto él como su hermana contrajeron la varicela durante el estado de alarma. Ismael tampoco conocía el término confinamiento. “Ahora sé que significa que no podemos salir de casa, ni para jugar, aunque sí podemos hacerlo en casa”, dice el pequeño. Por eso, para él confinamiento también es sinónimo de jugar: jugar con sus padres al juego de la oca y a los monos locos (al que siempre gana), jugar con el columpio que su padre les instaló en el patio y jugar con la camada de seis cachorritos que tuvo su perrita Luna.
La madre de Ismael, María José Macedo, explica que, además de a las clases de refuerzo escolar que ofrece de la Fundación Atenea a través del programa CaixaProinfancia, la familia asiste a las sesiones de terapia familiar. “Hace poco, en una actividad durante estas sesiones, me sorprendió escuchar a Ismael definir la emoción alegría como ‘disfrutar de la vida’. Es verdad que ahora valoramos más el tiempo, que antes no teníamos, para compartirlo en familia y hacer más cosas que nos gustan”.
Un poco más al norte, en La Coruña, Tamara Padrón Quintana dice que, si ella fuera un virus, sería bueno y curaría a las personas. “Me pasaría un día entero en el hospital dispersando mi superpoder curativo”. Pero ella ya es mayor, tiene casi 12 años, y sabe que esto no es posible. De hecho, a ella se lo hemos puesto un poco más difícil y, para el diccionario, le hemos pedido que defina el pronombre yo: “Es casi lo más importante que hay. Mi madre me ha enseñado la importancia de respetarse a uno mismo y de cuidarse para poder cuidar a los demás”, dice la jovencita, acompañada de la progenitora, Andrea Quintana Barrios, que la escucha emocionada.
En el diccionario familiar de madre e hija predominan los verbos, las palabras favoritas de Tamara. Las más habituales son caminar, mirar o leer. “Mi mamá usa especialmente organizar, limpiar y estudiar. Yo prefiero dormir”, dice divertida. También dicen que son vitales para ellas los verbos respetar y confiar, que atribuyen a Fabián, coordinador local de CaixaProinfancia en la Fundación Juan Soñador. “Poder contar con alguien que nos comprenda y apoye en los momentos más difíciles es todo un alivio”, dice Andrea.
Si nos trasladamos al sur del país, en Sevilla, Fernando Chasi, de 11 años, echa de menos a su abuela. Mientras espera con ansias el reencuentro, la imagina como un árbol enorme lleno de flores. “Es que tiene muy buena mano con las plantas”, dice bajito, como si fuera un secreto. Para este pequeño los abuelos son “las personas más importantes de nuestras vidas”. Una definición que no le salió del cerebro, cuenta, sino del corazón. “¡Pero el amor que siento por mi abuela no se puede definir con palabras!”.
Su madre, Doris Guerrero, aunque consciente de la sensibilidad de su hijo, dice ser más práctica. Antes del confinamiento, la abuela de Fernando solía pasar mucho tiempo con él porque Doris trabajaba prácticamente todo el día, y se organizaban para llevarlo al cole o a las clases de refuerzo, en su caso en la Fundación Mornese, y para que el pequeño tuviera sus ratitos de juego en el parque. “Ha sido siempre una gran ayuda y un referente para la familia. Ha vivido muchas cosas y su sabiduría nos permite ahorrarnos muchos errores. La echamos mucho de menos”.
Cabeza Patata es el divertido nombre del estudio de ilustración y animación en 3D afincado en Barcelona que ha ilustrado la portada del diccionario. Lo conforman la londinense Katie Menzies y el gallego Abel Reverter, para quienes la palabra familia “tiene un sentido muy amplio en el que caben todos los seres vivos que queremos”, ¡incluso el perro! Y esa es la idea que les ha inspirado para crear su dibujo. “Queríamos representar un instante agradable con el que todo el mundo pudiera conectar: ese momento en el que estamos sentados alrededor de una mesa junto a nuestros seres queridos, disfrutando los unos de los otros. A pesar de que en nuestro caso estamos acostumbrados a vivir lejos de nuestras familias y a mantener el contacto a distancia, ahora es muy diferente, porque sabemos que no existe la posibilidad de subirnos a un avión para pegarles una visita”.
Sí, el confinamiento está cambiando muchas cosas, pero no todos los cambios son para peor. A muchos nos ha permitido parar un poco para ver las cosas con perspectiva y para conocer mejor a nuestros vecinos. Hemos aprendido a adaptarnos a lo que no podemos controlar y a ayudarnos unos a otros. Y la verdad es que, si todo esto nos sirviera para añadir nuevas palabras y prioridades a nuestra vida, a nuestras familias, quizá en el futuro cuando un niño o niña abra un diccionario y se encuentre con palabras como virus o confinamiento, entienda que, muchas veces, los retos pueden convertirse en oportunidades.
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